sábado, 23 de julio de 2011

Vuelta a la accion

Muy buenos dias, hoy despues de muchas semanas ausente vuelvo con todos vosotros para lanzar un rallo de luz sobre la oscuridad que desde hace mucho tiempo se ha instaurado en la sociedad.
He estado investigando e informandome a lo largo de estas ultimas semanas para que por fin pueda estar de vuelta con todos vosotros.

Hoy nos vamos a desplazar en el tiempo hacia la segunda guerra mundial donde veremos varios misterios, pactos secretos y brujeria entre los nazis.
Hacía casi dos años que se había iniciado la segunda guerra mundial, cuando Rudolf Hess, antiguo héroe de guerra y principal valedor de Hitler en los círculos más imbuidos de misticismo en Alemania, amén de su secretario durante la redacción del Mein Kampf (especie de autobiografía de Hitler), pilotó una avioneta hasta el Reino Unido; pasando radares y cualquier tipo de control conocido en la época impunemente (sobre todo si se tiene en cuenta que no era un aviador avezado), al fin, logró llegar a Escocia, donde fue apresado. Pero la pregunta más apropiada (insólita) es ¿Qué demonios hacia un ministro del tercer Reich volando él solito con una avioneta hasta Inglaterra, su posible objetivo?
Si nos dejamos guiar, tanto por la historia oficial, tanto como por el más descabellado esoterismo, llegamos a la misma conclusión: no tiene ni pies ni cabeza.

El misticismo de Rudolf Hess

En los juicios de Nüremberg, el propio Hess fue condenado, aunque su posible enajenamiento mental lo libró de una pena de muerte más que segura. Aún así, no hay quien aduce otras posibilidades, ya que el jerarca nazi estuvo prisionero de los ingleses, y por tanto de los aliados, durante casi tres años, durante los cuales pudo hacer un pacto a cambio de una información de primera mano sobre los entresijos del Reich.

Que fuese Hess quien protagonizara este rocambolesco episodio conlleva, ciertamente, unas preguntas cuyas respuestas serían sumamente esclarecedoras: ¿Pensaban Hitler y Hess que todavía era posible un pacto con los ingleses debido a “la raza” que ambos pueblos compartían?

La influencia de la Sociedad Thule en el ocultismo nazi

No hay duda del exacerbado misticismo del ministro, ni de su pertenencia a una sociedad secreta que parece crucial en el devenir de los hechos: la Sociedad Thule (Thule, un continente imaginario de donde provenían los seres superiores en los que creían), donde es muy probable que muchos posteriores jerarcas nazis se conociesen. Se tiene constancia de la presencia de Hitler en alguna de sus reuniones y de la pertenencia de Hess a ella como miembro. Además, el símbolo de la sociedad era una esvástica. Demasiadas coincidencias. No se puede decir que toda la ideología nacionalsocialista se basase en creencias místicas, pero no se puede negar la influencia de personajes poderosos que sí las tenían.
La sociedad (heredera de muchas otras con similares ideologías) fue fundada por el Barón Rudolf Von Sebottendorf, un curioso personaje, creyente en la Teoría Intraterrestre (que defiende la existencia de una raza superior, antecesora de los Arios, y que vive en el interior de la tierra), antisemita (aunque la mayoría del pueblo alemán lo era) y un místico estudioso del Islam, aunque también de La Cábala.
La sociedad fundó un periódico que más adelante se convertiría en el famoso diario nazi Völkischer Beobachter (El observador del Pueblo), por lo que no se puede eludir la inmensa influencia que ejerció en el futuro NSDAP, El Partido Alemán de los Trabajadores Nacionalsocialista, o simplemente partido nazi.

Personajes tan importates en la Alemania Nazi, como Alfred Rosenberg, Dietrich Eckart y el citado Hess, fueron miembros de la sociedad.

Heinrich Himmler, el gran brujo y las SS

Himmler fue, durante el período nazi, Ministro del Interior, comandante en jefe del ejército del Vístula y Reichsführer de las SS.
Odiaba profundamente a los judíos, a quienes consideraba seres subhumanos, y se le considera el principal responsable (después del propio Hitler) del llamado Holocausto o Shoah, y de La Noche de los Cuchillos Largos, en la cual engañó al canciller y dictador, haciéndole creer que Ernst Rohm quería traicionarle. Fue el final (o casi) de las SA, rivales de sus queridas SS.
Fue, asimismo el principal valedor y creador de la Ahnenerbe ( Sociedad para la Investigación y Enseñanza sobre la Herencia Ancestral Alemana), que tuvo como mayores empeños demostrar la superioridad de la raza aria sobre todas las demás y la inferioridad de la judía.
Himmler adquirió el Castillo de Wewelsburg, lugar donde pretendía convertir la cúpula de las SS en una especie de orden de caballería, basándose en mitos nórdicos y sajones, tales como los artúricos. El castillo poseía una sala de reuniones al estilo de la mesa redonda del rey Arturo y otros lugares donde siempre lucía una llama en honor, según parece, de los mártires caídos de la orden. La estructura del castillo era una especie de replica de otros edificios del Vaticano.
A todo ello hemos de unir su empeño por desplazar los ritos cristianos en aras de introducir otros basados en leyendas nórdicas o, simplemente, inventados para la ocasión, tales como los matrimonios de los SS.

Búsqueda de reliquias de los nazis en todo el mundo

Según algunas fuentes, Heinrich Himmler estaba obsesionado con la consecución de objetos de poder, tales como las reliquias religiosas y mitológicas. Como fuera que en su mente enferma, algunos místicos nazis consideraban a Jesucristo un ser como ellos, o sea, superior, y no como a un judío, todo lo relacionado con él era objeto de incesante búsqueda. Objetos como la lanza de Longinos (que fue clavada en un costado de Cristo por un soldado romano llamado Longinos), el arca de la alianza, símbolo del pacto entre Yahvé (nombre de Dios en el Antiguo Testamento) y el pueblo hebreo, y sobre todo, del Santo Grial, que según testigos presenciales, Himmler buscaba desenfrenado por los matojos, como quien busca setas, en Montserrat (España), uno de tantos lugares donde la tradición situaba la copa de la última cena de Jesús.

Adolf Hitler y su afición a la brujería

Sin lugar a dudas, es muy probable que se haya exagerado (en mucho y en poco) la influencia de los parámetros ocultistas y el misticismo en la figura de Adolf Hitler, personaje más bien poco dado al romanticismo, aunque existe un episodio, narrado por un amigo de la juventud, August Kubizek, que parece indicar quizás un delirio aún mayor.
El probablemente único amigo en sus años de juventud nos relata que ambos fueron a ver una representación de una ópera de Wagner (muy probablemente Parsifal); a la salida, y en un estado de profundo éxtasis, Hitler juró que convertiría la ópera que habían visto en una religión, convirtiéndose de esta manera en el salvador de la patria alemana.
En su juventud conoció al mago Erik Hanussen, quien le predijo que algún día sería un gran líder. Desde entonces se convirtió en su brujo personal y el de otros jerarcas nazis. El mago un día apareció cosido a balazos después de pronosticar el incendio del Reichstag sin aclararse nunca su muerte.
Sea como fuere, es difícil sustraerse a la profunda mella que causaron en una gran parte de los mandamases nazis multitud de creencias, leyendas, antiguas religiones, y las más delirantes teorías, como la citada intraterrestre o la de la superioridad de la raza aria, columna vertebral del Nacionalsocialismo.

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